Rojo sangre, llamativo como ningún otro ornamento natural, la piedra rubí ha sido desde siempre una de las gemas con las que reyes y reinas han querido destacar su poder.
Sus brillos bermellones están presentes en multitud de joyas reales y, según cuenta la leyenda, son capaces de proteger a los legítimos portadores.
Un enorme rubí de 250 quilates es la pieza central de la Corona de San Wenceslao, el tocado tradicional de la monarquía bohemia. Se cuenta que esta joya tenía la capacidad de distinguir (y de eliminar) a los usurpadores que intentaban ceñírsela.
Según la tradición, uno de ellos fue el líder nazi Reinhard Heydrich, que cuando fue enviado por Hitler a gobernar Bohemia y Moravia se la probó en un rapto de vanidad. Murió al poco tiempo en un atentado.
También es curiosa la historia de las joyas de rubíes de María Teresa de Francia, hija de los decapitados Luis XVI y María Antonieta y, según parece, la única integrante de la familia real que sobrevivió a la Revolución.
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